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lunes, 16 de mayo de 2016

CAP. 1. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Andanzas y tropezones de Dikembe Biyombo





Capítulo 1

DE QUÉ VA ESTO



e pides, amigo, que mientras dure tu ausencia me aplique y te cuente, con cierto detalle, la historia de mi vida. Solo los hechos, insistes. Bon, pues bien difícil me lo pones, porque yo no sé contar acontecimientos concretos, y menos escribirlos tal y como pretendes. Yo creo que nadie, de allí de donde vengo, sea capaz de concretar y no opinar ni adornar aquello que contamos por ser como somos, de naturaleza tan tradicional y tribal. Normalmente, como habrás observado conmigo y salvo excepciones que también las hay, nos gusta charlar. Es más, nos gusta regodearnos en las explicaciones. Sé que me enrollo, como dices tú, y que me pierdo en la plática o que me disperso en el relato. Pero si me pongo a escribir me da que voy a actuar de la misma manera que hablo. Y aún será peor porque no tendré un contertulio físico que me fije un esquema pretendido, pues tú estarás allí y yo aquí. Tampoco sé qué te mueve a pedirme tal cosa, ni me importa, la verdad sea dicha. Confiar en ti en su momento fue una de mis aciertos más importantes, y ahora no voy a poner en duda tus intenciones. Allá tú. Pero si fuera porque te aburres allí solo, no tienes más que decirlo. Viajes peores y más largos han hecho los pies de este negro como para asustarse de las distancias europeas. ¿Tú sabes los kilómetros que hay desde Kinsasa hasta Tánger? Eh bien, c'est ça, mon ami(1) , ya lo puedes ir buscando en Yahoo o en Google. Solo te daré una pista, hay más distancia que desde Madrid a Moscú. Y tú, por lo que viajas, ya sabes de lo que te hablo. Hay otro asunto que sí deberías tener en cuenta. No sé si has pensado que reviviré en mi cocina y solo, Adama ya no puede venir a visitarme por lo que ya sabes, unas vivencias que acaso no me apetezca recordar, aunque, a veces, parecen que son ajenas a mí, como si otro fuera su protagonista y no yo. El tiempo es un velo. No, mejor que un velo, una lente que todo lo distorsiona, que quita y pone, que agranda o difumina los recuerdos a su antojo. Como ocurre con el olor pero al contrario. Te llega un aroma y te lleva a un momento de tu vida que te parece estar reviviendo en ese momento y que, curiosamente, no habías evocado desde entonces. Bon, sea como quieres, pero te arriesgas a leer desgracia tras desgracia y hechos que podrían incomodar tu conciencia de europeo. Luego no me digas nada, ni me llames pesado como sueles hacer. Ah, y no me metas prisa, yo tengo una velocidad que nada tiene que ver con la tuya. Si tú has decidido correr, tú verás, a mí no me entran prisas más que para cagar. Cuanto más deprisa vives, antes llega tu momento. Y no me digas que te da tiempo a vivir más acontecimientos, porque tú no saboreas la vida, te la tragas. «Venga, ponme ese café que llevo prisa, solo puedo dedicarte media hora, Dikembe». ¿Te suena? Pues que sepas que yo no te azuzo para que me visites, que quede claro. Eres tú el que, motu proprio, sube las escaleras y llama a mi puerta. Y, encima, quieres que me ajuste al ritmo que me traes con la exigencia de que quieres estar conmigo porque te doy tranquilidad. Yo, al menos, vislumbro una pizca de contradicción, no sé tú. Pero no conseguirás que yo me acelere por nada. De la misma manera que yo, al parecer, no puedo convencerte de lo contrario. Cada uno aprende como sabe o como puede, pero yo solamente he podido espabilar cuando los coscorrones me los he llevado en mi propia cabeza. Eso sí, las circunstancias nunca son las mismas, mon ami. No digo que tú aprendas de experiencias ajenas, las mías, pero pararse a reflexionar un mínimo a nadie le puede venir mal. Y puede ser que a más de uno les venga hasta bien. No lo tomes como un consejo, sino más bien como una opinión. Nada más lejos de mi intención que el proselitismo.





Como entenderéis, no me sonaban a negro africano estas palabras según deduje por la comparación geográfica y mi rápida lectura de las cartas. El uso del francés sí, porque de todos es sabido que en el continente africano han metido mano, y siguen mangoneando, casi todos los países europeos que se autoproclaman civilizados. Hecho, por otra parte, muy fácil de rebatir si echamos mano de la Historia. Que si los portugueses y españoles explotaron el filón de la esclavitud, que si los bóeres o afrikáneres de los Países Bajos montaron el Apartheid en Sudáfrica, que si los franceses se inventaron el OAS, que si el canciller alemán Otto von Bismark envió cinco buques a bombardear el palacio del sultán de Zanzíbar sin más… En fin, que todos tenemos algo o mucho por lo que callar. Aunque tampoco nos hace falta retroceder en el tiempo, con leer el periódico de hoy en español, francés, catalán, suomi, o chino, me da igual el idioma o dialecto, tenemos suficiente. Peor es ver las fotografías que acompañan las noticias de los migrantes, que tampoco es necesario que vengan de África. Europa y los europeos no hacemos ascos a la aversión si los migrantes son de Asia o de América del Sur, porque si hablamos del Norte nunca habrá problemas. El Sur, por desgracia para muchos, también existe, como ya han dicho muchos otros. El caso es que me sorprendió el uso del idioma español que tenía ante mis ojos. Estaba claro que el supuesto africano había estudiado y se había relacionado con hispanohablantes, que había leído mucho en el idioma de Cervantes y sus coetáneos. Y me pregunto cuántos españoles que residan en Burundi hubieran llegado a dominar el kurundi. Uno o ninguno, como dice el chiste. Pues eso, (eh bien, c'est ça, mon ami), como expresa en francés Dikembe.





Otra cuestión que me pides es que te remita por correo ordinario las entregas. Curioso en un hombre que ha hecho, como tantos, de las nuevas tecnologías el centro de su vida. El mismo que no paró hasta hacerme esclavo de Internet y de cualquier operadora que nos explota, según tus quejas, ya que tú mismo eres quien sufraga este lujo cultural, para ti «absolutamente necesario, Dikembre». Yo no necesitaba abrir ventanas al mundo, ni sumarme a ninguna marea, ni decir tonterías o agudezas en ciento cuarenta caracteres, ni tampoco llenar un muro con fotografías que no he hecho. Ni siquiera saber la distancia entre el origen de mis ancestros y la frontera entre dos mundos colindantes a la vez que distantes. La exactitud y el dato no me sirven para nada. Con haber aprendido que están  juntos pero muy lejos tengo suficiente. Yo, aunque no esté en las redes sociales, estoy vivo, porque el cordón umbilical que me une a mi abuela Mayifa, de la que mucho te hablaré, no se ha cortado jamás, ni depende de un cable físico. Amén de que ella ya se preocupó de que nadie pudiera cortarlo. Aunque mi ascendiente fuera en realidad de una generación anterior a la que yo le he ubicado siempre. Eso lo descubrirás en las páginas que te iré mandando, como tantas otras cosas de las que nunca te he querido hablar. No sé como has intuido que en tus continuas y gratas, no solo rápidas, visitas te contaba de la misa la media. Acaso sea demasiado evidente que las arrugas de mi cara no se deben solo al sol del desierto, ni a la falta de agua. O acaso a que no eres tan tontorrón como yo creía. Nunca he escondido mis cicatrices ni lo que procuras conocer de mí, pero tampoco lo he aireado. Ni como un fracaso ni como un éxito. El triunfo para mí, aun hoy, es seguir vivo. ¡Fíjate el sueño que me ha movido siempre! Aunque alguna vez lo haya olvidado dando vueltas a una noria con un borrico de contertulio. Bien es verdad que para cumplir ese deseo unas veces he tenido que bordear la ley y otras muchas incumplirla. Código que, por cierto, en muchas circunstancias ni siquiera estaba escrito, porque de la ley que te hablo es la Natural. Aquella que rige el encuentro entre el depredador y su presa, la batalla entre la vida o la muerte o la elección entre lo malo y lo peor. En esa ley donde mentir, estafar, engañar, manipular, extorsionar, robar e incluso matar son verbos sin carga delictiva, y que en nada se diferencian de otros como querer, poder, sobrevivir, comer o soñar. Son los individuos los que deben avalar con su vida y sus obras que los preceptos siguen en vigor. Yo no conozco a ningún animal viejo, herido o débil, salir airoso de una confrontación con otro en sus mejores facultades. Por lo general se cumple esa ley Natural. Un esclavo lo es porque hay otro ser humano que le fuerza a serlo. No está en la naturaleza del hombre vivir bajo ningún yugo o vasallaje. Cualquier persona, si alguna vez le ha faltado la libertad, sueña con ser libre. Lo contrario es antinatural, aunque ahora, desde el punto de vista que veo la vida, me encuentro con más esclavos que antes, no te creas. Y lo curioso del caso, con lo que me contradigo, es que parece que les guste el yugo que llevan en el cuello. Eso o no se dan cuenta, aunque se quejan del peso que soportan a diario. Pero bueno, también soy consciente de que el término libertad, por ejemplo, no explicita la misma idea para ti que para mí. Por lo tanto, tampoco es lo mismo ser libre para tu pueblo que para el mío. Como casi en todos los casos, las necesidades generales de los migrantes, no solo la de ser libre, son más humildes. Salvo en el caso de necesitar un desierto como hogar, las vuestras son más ambiciosas. Nosotros con un puñado de mijo tenemos para pasar el día. Vosotros si no os encontráis, allí donde la naturaleza quiso, con una tonelada de coltán cuyo coste no soportáis, aunque paguéis su precio, no tenéis bastante. Por eso no he querido nunca el teléfono móvil que me regalaste una vez y yo te tiré a la cabeza. Ahora me alegro de haberte dado con él en el hombro, y de que tú no me pidieras explicaciones. Esas y mis disculpas, las encontrarás, si es que no me disperso, en estas y futuras palabras. ¡Ahora recuerdo! Ya sé porqué motivo quieres que nos comuniquemos vía correo postal. Claro. Me contaste hace tiempo, cuando yo abrí el buzón de mi casa y saqué una carta manuscrita de Adama, que tú soñabas con recibir una como esa, «con su remite escrito en tinta azul y su sello pegado y todo». Al menos, esas fueron tus palabras. Ah, petit coquin(2) . Seguro que van por ahí los tiros. Ya estás harto de tanto correo electrónico y tanto whatsapp, eh. Vaya, vaya, parece que descubro un atisbo de romanticismo en una personalidad pragmática. No todo es materialismo en el monsieur. Pero me parece que este juego no te va a salir gratis, que también me va a servir a mí para conocerte mejor. Mira tú por donde veo la mentira en tu comentario sobre sacar partido a las clases que me pagaste para que aprendiera el español y algo más de tu cultura. Usas tus mentiras, al menos conmigo, para esconderte detrás de ellas, y no dejar ver la persona que eres en realidad. No estás lejos de actuar como yo aprendí a hacerlo o como hacen muchos animales para conseguir lo que necesitan. Solo tienes que observar a una cuadrilla de monos cómo interactúan entre ellos, como se distraen para robarse la comida o una herramienta. Los humanos somos iguales. Y eso no es exactamente malo, porque si tú te dejas engañar, peor para ti. ¿Como lo decís vosotros? Ah, sí. Es que es muy largo: Si me engañas la primera vez es culpa tuya, a partir de ahí, las siguientes son culpa mía. O algo así. ¿Ves?, si algo está en la conciencia popular, o es verdad o puede serlo. Aunque, a mí esta frase me lleva más a Oriente que a La Mancha, la verdad. Pero, claro, que va a decir un africano que, además, está fuera de lugar.
iziyiziyiziyi

Bueno, basta por hoy, solo me queda decirte que el jodío de tu perro Auryn se me ha comido media zapatilla la otra noche, y asegurarte que ya no entrarán más en mi casa animales menos educados que yo. Como verás no exijo demasiado. Y si no confías en tus hijos, no haberlos tenido, vuestras herencias incluyen las obligaciones, no se te olvide. En la siguiente te contaré más detalladamente cuales son mis orígenes. Tu amigo, Dikembe. 


P.D.: Si se me cuela el francés perdóname, sé que no tendrás problemas, porque esa fue la lengua que usamos en nuestro primer encuentro. Aunque pocas veces la uso ahora todavía me quedan algunos tics.






(1) [Pues eso, amigo mío (fr.).
(2) [Briboncete (fr.).

11 comentarios :

  1. No me lo puedo creer, que sea yo la primera en comentar. ¡Guay!
    Bueno, también poco que comentar, todavía hay que entrar más en materia, pero casi no hace falta decir que dichas cartas van a resultar un terremoto en todo lo que va a exponer nuestro protagonista Dikembe. Se vislumbran penalidades con el ánimo de no dejar nada en el tintero y contar su vida con pelos y señales. Espero seguirlo.
    Saludos.

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    1. Espero ser un poco más extenso en los post en un futuro, pero es que he tenido que corregir todo lo escrito para ajustarlo, a la nueva estructura. Gracias, Nita. Saludos, JC.

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  2. Digo lo mismo que Nita, todavía no comento porque me haría falta leer unas cuantas páginas más para entresacar apenas las intenciones. Lo único que puedo decir es que me haría falta algún punto y aparte, ja, ja... Hasta la próxima y abrazos

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    1. Tienes razón, pero esa falta se debe a la forma de hablar de Dikembe al que le he dotado de una "verborrea" árabe, aunque él no lo sea, jaja. Gracias Ligia, un abrazo, JC.

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  3. Pues pienso que Dikembe es muy letrado, quizá la universidad de la vida.
    Espero las próximas cartas para hacerme una mejor composición.
    Saluditos y hasta el lunes.

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    1. En un futuro se desvelará el motivo por el que el protagonista escribe de esa manera. Saluditos, Varinia y gracias, JC.

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  4. Bueno, por fin, voy a empezar a leer que ya me he tenido que volver a leer la introducción, y bueno esto promete porque a Dikembe se le ven maneras.
    Feliz semana.
    Chary .9

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  5. Vaya con el Dikembe... Como a veces me dicen a mí "desarrolla mucho" jejeje Buen comienzo =) Besitos

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    1. Tengo que pensar sobre ese "desarrolla mucho", pero en principio me encanta. Gracias, Amanda. UÇn beso, JC

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