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lunes, 29 de febrero de 2016

3ª entrevista: Gertru

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Entre puntada y puntada
2ª puerta

Después de digerir la involuntaria visita que había hecho el día anterior a mi historia, en la que me había encontrado cara a cara con Reme, pensé que, si bien me había perdido el encuentro con don Quijote, tampoco había estado tan mal aquella pequeña aventura. Después de todo, nadie se iba a creer que había hablado con Alonso Quijano, estaba claro. Al fin y al cabo, Reme era producto de mi imaginación y la vi tal cual era, para algo la había sacado yo de mi corazón. Pero claro, el loco aquel de Cervantes no iba a ser el genuino, sino ese otro que yo, tras leer esa novela, había creado en mi imaginación. Total, que me propuse que en mi siguiente visita el destino iba a ser al mismo lugar y a la misma época que la vez anterior, y ya que podía elegir, elegiría a Gertru. Y dicho y hecho, después de comer y sin prisas, guardé la carta de mendrugo entre las hojas de mi libreta de notas y ésta en el bolsillo trasero del pantalón y hacia el sofá que me fui. Cuando me vi frente a las nuevas puertas en las que las ranas se reían de mí, imagino que por el engaño anterior, la roja, la que había visto echar las gafas de Mendrugo en el gran embudo, saltó a mi hombre y me susurró: “Hoy le toca a Joselillo, ánimo”. “No”, le contesté según cogía el picaporte de la puerta verdiblanca, y añadí: “Hoy no me vais a engañar, hoy quiero hablar con Gertru”.

—Buenas tardes, Gertru.
—Buenas tardes tenga usted también, caballero.
—¿Sabe usté quien soy?
—No. Sólo me han dicho que había alguien que quería hacerme una entrevista. Y como no me explicaba el interés que puedo suscitar para los demás, pensé que sería por lo único que puede ser. Por ganar aquel concurso de la radio. Es lo único, digamos público, que me ha pasado. Pero, la verdad, me parece que fue hace mucho tiempo. En fin, usted dirá, caballero.
—No, no es por el concurso aquel. Yo soy quien ha escrito el relato de su vida prácticamente hasta que se reencontró con sus padres aquí, en Madrí.
—Ah. Entonces eso quiere decir que no soy real, que sólo soy un personaje.
—Sí y no —contesté sin aclarar mucho a mi interlocutora.
—Se parece usted a mi amiga Susana, sus contestaciones suelen tener dos vertientes contradictorias —Gertru sonrió.
—Verá, me explico. El sí es porque salió de mi imaginación. El no, porque durante aquel periodo de nuestra historia, después del primer cuarto de siglo pasado, había muchas jovencitas como usté y que, gracias a ellas, nosotros, las personas, somos hoy lo que somos. En definitiva, estoy hablándole de nuestras agüelas o bisagüelas, como dirían Reme o Joselillo.
—Pues sepa usted que la palabra agüela esta registrada en el Diccionario de la Academia.
—Sí, pero no con el significado de madre de la madre o del padre del padre de una persona, sino como la Renta de los derechos sobre préstamos consignados en un documento público. Y, aunque ya no se use esa palabra, que a mí me parece entrañable, deberían aceptarla en la Academia con la acepción de abuela.
—En las tres cosas tiene usted razón. Pero una no sabe cómo tomarse eso de ser su abuela o su bisabuela, si como un piropo o como una ordinariez por su parte, al llamarme vieja. Porque no lo soy… Todavía, claro.
—Tómeselo usté como el mayor cumplido que puedo hacer a una persona, Gertru.
—Muy bien. Así lo haré. Pero me resulta curioso que me trate de usted y a la vez me llame Gertru.
—Porque para mí siempre será usté Gertru. El usté es por el respeto que la tengo.
—Bien, pero, ¿y los motivos de este encuentro?
—Es muy sencillo. En cuanto al ámbito personal, el motivo no es otro que saber de usté. Yo no supe más de ustedes tras acabar el relato aquella noche en casa de la señora Casta. Y en el ámbito literario, creo que, por haberme leído, las lectoras se merecen que les cuente cómo les fue a los protagonistas de mi historia. Por haberme aguantado durante un año aproximadamente.
—Eso suena a falsa humildad, caballero.
—Sí, perdón. Tiene  razón. Lo cierto es que me siento muy orgulloso, pero la deuda con ellas es real.
—¿Por qué habla de ellas y no de ellos?
—Por varios motivos, pero el más simple es porque creo que todas son lectoras, o al menos todas aquellas que han comentado sobre Entre puntada y puntada. Así se titula el conjunto de entregas.
—Entiendo. Y la deuda también. Accederé por ellas a esta entrevista, ya que realmente lo que se escribe no nace hasta que es leído. Al menos eso entiendo yo. Y créame, leo bastante. Lastima que a mi alrededor las mujeres no lo hagan más.
—Hace bien, porque después de aceptar puedo contárselo.
—¿El qué?
—Que algunos de esos comentarios de los que le hablaba versaban sobre usté positivamente.
—Me alegro… Por mí y por usted.
—¿Sabe?, ya he hablado con Reme.
—Sí, lo sé, ella y yo hablamos mucho. Suelo ir a verla casi a diario. Mis sobrinos me tienen enamorada, y, de paso, echo una mano en la casa, que ya tiene bastante la pobre con los tres, con Venancio y con madre. Con ella también cotilleo un poquito. Está muy mayor, ¿sabe? Cada día se apaga un poquito más. Pero es ley de vida.
—Siempre ha estado ahí, ¿verdad?
—No sé exactamente lo que quiere decir.
—Que siempre ayudando.
—A ver, mi agradecimiento hacia esas dos mujeres, por suerte para mí, no se acaba. ¿Sabe usted?, hay deudas que son impagables por mucho que te empeñes. Y a mí, en este caso, me alegra que sea así. Otras, ya sabrá, hay que pagarlas y salir corriendo.
—Me acaba de dar una lección, Gertru.
—Mire, yo creía que aquí era usted el docto.
—Eso no lo he dicho yo en ningún momento. Es que ni siquiera lo pienso. Aunque reconozco que por mi forma de hablar alguien puede pensar que voy sobrado. Realmente esa forma de hablar esconde mi timidez. Ah, y sus palabras sobre la gratitud me demuestran que don Mauro no ha podido llevar a cabo con mejor éxito su cruzada.
—¿A qué cruzada se refiere?
—Claro, usté no lo sabe. Es normal. Él se propuso intentar que su Gertru no perdiera la ingenuidad y la candidez de cuando tenía diecisiete años.
—Esa es una cruzada perdida, salvo que te encierren y vivas sola. Pero, parece saber usted más sobre mi vida que yo misma. Me pregunto qué es lo que quiere saber entonces.
—Nada en particular y todo, diría yo.
—Otra vez vuelve a recordarme las contestaciones de Susana.
—Es curioso.
—¿Qué es curioso?
—Que Reme también comentó algo parecido, si no igual. Mire, empecemos por ahí.
—¿Por dónde? —. No, don Mauro no había conseguido su loable propósito pero, si tenía que ver con la claridad de ideas y la serenidad que Gertru desprendía, nadie se lo iba a reprochar. Y yo menos.
—Por Reme y por Susana. Se ve a menudo con su hermana como me ha comentado. ¿Y con su amiga?
—También, aunque no tanto como con mi hermana. Yo viajo todos los meses a Soria. Ella es maestra en un pueblito cerca de San Leonardo de Yagüe, Aldea del Pinar, creo que se llama. Me es más fácil ir a mí que venir a ella. Se escribe frecuentemente con Reme, y, además, yo le cuento cosas de Susana cuando vuelvo a Madrid, y al revés cuando voy para allá. No podría ser de otra forma. Pero tutéeme por favor.
—¿Y qué tal tu matrimonio con don Mauro? Tú tenías tus dudas por la diferencia social y de edad que había entre los dos, ¿no?
—Permítame que en este caso le conteste de una forma un poco… —dudó—. Atrevida. Perdóneme, pero ¿a usted que le importa?
—Lo siento, sólo pretendo informar a las lectoras.
—Entonces les transmito a ellas que me ha ido bien.
—Gracias, Gertru. Por cierto, ¿te sigue llamando Getu Juanín?
—Verá, ni él es ya Juanín, ni yo Getu. Eso es ya un recuerdo, maravilloso, pero un recuerdo.
—Cuéntanos algo de él, si haces el favor —cambié al plural ya que me pareció mejor preguntar en comandita con vosotras.
—Si le digo que no, va usted a contestarme como antes. De hecho ha usado el plural para involucrar a sus lectoras. Así que no me queda otro remedio que contestar. Le diré que es todo un caballero, y que, tanto su padre, de lo que doy fe, como su madre, esto lo imagino, le dejaron una gran herencia. Y no me refiero al dinero, claro. Hay muchas cosas buenas que reconozco de Mauro, pero hay otras tantas que deben ser de Adela, su madre.
—También, supongo, tendrá que ver la educación que usté le dio, ¿no?
—Gracias.
—Es la verdá. Pero, bueno, de alguna manera tiene mucho en común con él.
—¿Quién, yo?
—Sí.
—No sé, ¿a qué se refiere?
—A que tiene dos madres, como usté.
—Ahí no está usted acertado, caballero.
—No, no creo. Eso es lo que pretendí.
—Sí, ya lo verá. Él tuvo más suerte que yo porque no sólo tuvo dos, sino tres. Se olvida de una gran mujer, Servanda.
—Acepto mi equivocación.
—Aunque no sé qué decirle. Lo mismo tuvo peor suerte, ahora que lo pienso.
—¿Por qué? —pregunté sorprendido por su cambio de opinión.
—Pues porque dos se le han muerto.
—¿Servanda murió?
—Pero no sin honrar nuestra tierra. Fue una mujer extremadamente generosa con su vida. Antes de que yo entrara en sus dominios como reina, ya se había ganado mi respeto, y el roce posterior con ella solamente hizo que ese respeto creciera. Me enseñó mucho durante nuestra agradable convivencia. Acaso me acogiera a mí  también como a una hija. Ja, ja —río—. En tal caso, yo también tuve tres…
—Ahora voy a hacerte una pregunta que a lo mejor te violenta.
—No ha parado de hacerme preguntas impertinentes, si me lo permite.
—Pero, a mi entender, todas necesarias, Gertru. Pero ésta creo que lo es aún más —. Ella no contestó en principio y yo alargué el silencio—. Pero la tengo que hacer.
—A ver, ¿qué preguntita es esa? —me interrogó con cierto soniquete que no supe interpretar.
—¿La diferencia de situación económica entre tus amigas, Reme y Susana, y tú no ha sido una traba en vuestra amistad durante todos estos años?
—Parece mentira.
—¿Qué? —. No supe qué contestar a su propia respuesta.
—Sí, que me parece mentira que no conozca la contestación a su indiscreta pregunta. ¿Nos separó a Mauro y a mí?
—Aparentemente no.
—¿Aparentemente? No sé si contestarle.
—Perdona, estás en lo cierto, no lo dudo. No os separó, como veo.
—¡Ay, madre! Ni lo ha sido, ni lo será, se lo aseguro. Mire, puedes llegar a ser lo que sea, marqués, ricachón o rey, pero si te olvidas de donde vienes, de lo que eres, no sabes ni siquiera si has llegado donde te propusiste y menos donde —. De nuevo me sentí en inferioridad. Aquella mujer no era la Gertru que yo había imaginado y creado con todo mi cariño. Curiosamente me contradecía, porque al fin y al cabo tenía yo razón al poner en boca de don Mauro en el capítulo XVII: “Y tú eres una señora de los pies a la cabeza”, refiriéndome a ella.
Touché —respondí y me callé.
—Perdóneme usted el comentario, pero me está pareciendo un poco torpe a estas alturas de la entrevista por mucho escritor que sea.
—Es que lo soy, me refiero a torpe. Me tendrías que ver cómo las paso para sacar adelante cualquier escrito. Nunca me parece digno de ser leído. Pero, eso sí, aprendo mucho, incluso a conocer la persona que soy. Es uno de los motivos que me llevan a escribir. No puedes imaginar la cantidad de cosas que descubres sobre ti mismo…
—Yo también escribo.
—¿Qué sorpresa más agradable? ¿Y qué escribes?
—Cuentos para niños.
—Entonces, sabes de lo que hablo.
—No, a mí no me pasa eso. Será porque me interesan más los críos que yo misma.
—Otro punto para Gertru y otra lección para mí.
—Yo esta conversación no me la tomo como una competición. Bueno, ni esta ni ninguna.
—Yo tampoco, a pesar de ser hombre, pero no imaginaba… No sé, que fueras más madura que yo. Y más siendo un personaje creado por mí.
—Vuelvo a estar perdida, no sé si me está halagando o faltando.
—No hablo en el sentido de edad, entiéndeme, ni de ti, sino de mí.
—Ah, es verdad, ya me ha dejado claro quien le importa —. Me sentí ofendido.
—No me gusta lo que oigo ni el retintín que trae, y tampoco la ironía que noto en tus palabras, Gertru.
—Perdone. Yo, al contrario que Reme, no he conseguido mantenerme fuera de la influencia de los demás. Gracias a Dios, ella sigue siendo quien era. A mí me han cambiado, o he dejado que me cambien, para el caso da igual. Esa diferencia económica de la que hablaba usted antes ha jugado en mi contra, ya ve. Como se decía antes, me he maleado. A mí también me gusta más la Gretru que usted imaginó que lo que hoy soy, pero no por ello soy peor. Creo que he crecido y mejorado como persona, como madre y como esposa.
—No estoy de acuerdo, señora.
—Está en su derecho. Pero, frente a eso, el dinero de mi marido me ha permitido no dejarme los lomos para hacerme con un plato de sopa, aunque esa no fuera mi intención al casarme, como más de uno imaginará. Cosa que, por otro lado, veo normal. Acaso yo también lo pensaría de otra.
—Sólo una cosa más, si me lo permites.
—Usted dirá.
—Tus padres…
—Uy, esa historia sí se merecía ser escrita.
—¿Por qué?
—Verá, mi madre una vez aquí no quiso separarse de mí. Pero ya conoce a mi padre. Sus animales… No podía dejarlos allí. Así que se los trajo.
—¡No me diga!
—Como lo oye. Para allá que se marchó y se los trajo andando. Dos meses tardó.
—Así que Toru y Güe…
—En efecto, vivieron en Madrid y a cuerpo de rey. Eso sí, mi madre estuvo sin hablar a mi padre un mes. Se querían más de lo que nunca supieron.
—Queda claro. No la molesto más, doña Gertrudis. Gracias por recibirme. Tu marido tenía razón, ahora lo reconozco, te has convertido en una gran persona. Bueno, en realidad lo eras también de joven.
—Gracias, es usted, muy amable. Y a más ver.
—Adiós.

Gertru se alejó del banco donde estábamos sentados con una elegancia que no me encajaba con el personaje que arranqué de los brazos de sus padres para ubicarla en mi relato. Sentí un escalofrío. Me di cuenta en ese momento de que no le había preguntado por la suerte de Queitano y su Rubia.  Bueno, eso me pasaba por despistado y por no preparar las entrevistas, y me propuse que no volviera a pasar más. Así que, saque el cuadernillo y el bolígrafo y lo apunté: “No olvidar preparar futuras entrevistas”, y lo subrayé. Después desdoblé la carta de Mendrugo, con curiosidad. “¿A ver que palabra ha elegido esta vez?”. Y como tenía frío allí, sentado en un banco de la Plaza de Chamberí, la leí en voz alta según pasaba de cursiva a versal.

—Coso . Al pasar MC por el salón, camino del taller de costura que se había montado en el piso de arriba me oyó y me miró sorprendida.
—¿Qué coses tú? ¿Qué dices, estás soñando o has bebido?
—No, no me hagas caso —le contesté. Quería que todo lo que estaba soñando fuera una sorpresa también para ella.


domingo, 28 de febrero de 2016

Otra bolsa vintage


Esta bolsa, igual tiene veinte años, lo digo por el tipo de tela usada (muy usada, producto de alguna sábana descartada) y por la forma de poner el cordón.

Creo que está restaurada, porque el nombre me parece recordar que lo bordé muy abajo y después le quité y lo hice un poquito más arriba para que se viera mejor.


La caligrafía es de Jc, en ese momento no se me ocurría imprimir el nombre en word y calcarlo y siempre recurría a Jc, ¿cómo no?

Las curvas dejan mucho que desear, pero a mi me parece preciosa para el nivel que tenía.

Ni idea del hilo que usé, pero adecuado, por lo que detecto, ni de lejos....

Para mi son pequeños retazos de mi vida costuril, yo solo hacía bolsas con ropa usada y, al cabo del tiempo, si se me ocurría algo mejor las restauraba.

Y sigo coso que te coso...



sábado, 27 de febrero de 2016

The makers (I) Somos dos

Muchas, muchísimas gracias por los comentarios en la entrada de ayer, hoy a pesar de mi situación, algo caótica, pero nada importante, no tengo más remedio que acudir a la cita con vosotros.

En la última kedada, Lola me propuso contar como se había ido formando el grupo The makers y yo, con buena intención, empecé el borrador.

La primera del grupo a la que conocí, fue a Puri, de TresP craft blog, y el primer comentario que tengo en el blog es en la entrada de la mesa de luz, en enero de 2014.


Nos conocimos en junio de ese mismo año, y aquí están los detalles de la kedada.

Aunque para mi fue la primera, ha sido de las últimas en incorporarse al grupo porque no ha podido acudir a las anteriores kedadas.

Sabía yo que iba a encontrar enseguida su hueco porque es una persona encantadora, siempre dispuesta a echar una mano, generosa, simpática, buena gente, no sé que más decir, todo me queda corto.

Lo que me sorprendió, y  me causó admiración, es como gestiona su vida, chapó por Puri.

En cuanto a sus trabajos, todos perfectos, no en vano ha sido modista de pasarela, un lujo para nosotras, ¡lo que podemos aprender de ella!

Curiosamente, no había hecho patchwork, ha empezado ahora y nos está saliendo una alumna aventajada. Puri, que nos estás superando, y en The makers hay gente buena no, muy buena (que conste que no lo digo por mi)


Esta foto es de la última kedada, del 9 de febrero, celebrando el cumpleaños de Marta, falta Elena que se marchó antes, pero estuvimos todas, algo bastante difícil cuando somos diez.

La próxima entrega The makers I Somos tres. ¿Quién será? Atentos todos.

Y sigo coso que te coso...

P.D. Quiero dejar claro que The makers somos DIEZ, van a ser entregas de la composición del grupo.

viernes, 26 de febrero de 2016

Entrada nº 1.000


Si, habéis leído bien, esta es la entrada número 1.000

¿Balance?

Muy positivo, en estos dos años y 8 meses, he tenido el gusto de compartir con vosotros muchas cosas.

He aprendido muchísimo y, lo mejor, todo lo que me falta por aprender.

Aquel día 1 de junio de 2013 cuando empecé el blog con 33 entradas no sabía, ni qué era el mundo blog, ni lo que me iba a deparar.

Hay unas preguntas que se repiten mucho, ¿de donde sacas el tiempo? ¿tu día tiene 24 horas? ¿tú duermes?

Siempre contesto que se trata de gestionar el tiempo, intentar todos los días por más obligaciones e incidencias que tengas, coser un ratito, aunque sea solo media hora, y reservar otros diez minutos para programar la entrada para el día siguiente. ¿Puedes renunciar a algo? Seguro que si.

Considero que he hecho muchos amigos virtuales, a los que me encantaría conocer y tengo la certeza que vamos a hacerlo, querer es poder.

Pero lo que no me imaginaba,  ni de lejos, es formar parte de The Makers (Las hacedoras, para que nos entendamos), un grupo de "locas por el patchwork" a las que estoy empezando a conocer y querer.

A estas alturas de mi vida, no me planteaba ampliar mi círculo de amistades, estás en ese área de confort en el que te cuesta mantener a los amigos de siempre, como para estar pendiente de más, que pereza!!!

Pero, debe ser como el amor, que si llega no lo puedes evitar.

Parece que me estoy poniendo romanticona, y yo, precisamente, no soy la romántica del grupo, más bien la alborotadora, y otros calificativos que no pienso desvelar, ni siquiera en presencia de mi abogado.

Como el post de hoy empieza con números, lo acabaremos de igual manera, más de 480.000 visitas, y la entrada reina el tutorial de la cesta reversible con 13.000, que si eres asiduo a mi blog y aún no la has hecho, probablemente la tienes entre tus pendientes.

Me encantaría celebrar con todos vosotros la entrada nº 10.000

Y sigo coso que te coso...

jueves, 25 de febrero de 2016

Mochila para Martin


Martin, el pequeñín de la casa, no se podía quedar sin su mochila, es el hermano de Rita y de Emily.

Para él, muy campestre, de pana fina, de las telas que me regaló Simona.

En el interior he puesto un piqué blanco para que le dé luz.


Vamos a enseñar la trasera.


Y, para acabar, las letras bordadas en primer plano.


Con ésta son ya 50 las mochilas que he publicado, la verdad es que cada vez me cuesta menos hacerlas.

Si todavía no te has animado, tienes el tutorial aquí.

Aunque como ésta tiene culete, deberías ver el tutorial de bolsas reversibles.

Las medidas son:
Alto: 40 cm
Ancho: 30 cm.
Cuadrados para el culete: 4 cm.

Y sigo coso que te coso.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Libros de actividades infantiles

Hay que ver lo que me gustan los libros de actividades infantiles, qué lastima que no los conociera cuando mis hijos eran pequeños.

Como supongo que habrá alguien con niños o nietos pequeños, quiero pasaros estos enlaces para que toméis nota. 

Creo que cada uno es único y especial, pero seguro que nos será más sencillo si tenemos a mano donde inspirarnos.

Aquí va el primero, me parece muy elegante:


Este también me parece muy bonito:


Este muy trabajado:


Y éste, simplemente, divino:


¿Alguien se anima a hacerlo?

Y sigo coso que te coso...

martes, 23 de febrero de 2016

Trucos de costura

A todos nos encantan los trucos de costura y éste me ha parecido maravilloso.

¿A quién le gusta enhebrar la máquina de coser? Supongo que a nadie.

Si, me vais a decir que la vuestra tiene enhebrador, vale, pero cuando pones una aguja de 60 con un hilo de seda, entonces ¿qué?

Pues que hay que hacerlo a mano, como toda la vida...

Y yo, aunque acabe de estrenar las lentillas, me cuesta..., jo!! como me cuesta...

Viendo las penas que pasaba para enhebrar, el fin de semana pasado una compañera del curso con Brigit, me dijo, te voy a enseñar algo que te va a gustar.

Cogió un papelito blanco y me enseñó a ponerlo detrás de la aguja, mágico, el agujero de la aguja apareció como por arte de magia.

Mejor, fotos, claro que si. La primera, antes del papel.


Ahora con el papel, detrás de la aguja, ¿notáis la diferencia?


Muchísimas gracias Mercedes, ahora cada vez que lo use me acordaré de ti, y de cómo lo conociste tú.

Me contó que lo había  aprendido de los mecánicos de máquinas de coser cuando iban a casa a repararlas.

Eso si, como el papelito parece que tiene patas, enseguida me he hecho varios y los he metido en una cajita.


Miden 2 cm. de alto por 7,5 cm. de ancho.

También los he probado para enhebrar a mano las agujas finas y el resultado no es tan bueno.

Si tenéis algún truquillo que os funcione me encantaría conocerlo y seguro que a los demás también.

Y sigo coso que te coso...

lunes, 22 de febrero de 2016

2ª entrevista: Reme

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Entre puntada y puntada
1ª puerta


Como adelantaba el lunes pasado al quedarme traspuesto en el sofá y pensar en Mendrugo me trasladé de nuevo a su biblioteca. No digo que me pareciera normal, pero tampoco terminó de sorprenderme. Sabía que podría ocurrir, aunque no estaba totalmente convencido. Así que le llamé por si acaso, pero las únicas que tuvieron en cuenta mis palabras fueron las ranas que empezaron a intercambiarse entre las puertas. Parecían invitarme a que eligiera una, como si tuviera importancia su elección, pensé. Yo sabía que no, que no importaba cual eligiera porque Mendrugo me había explicado que todas y cada una me introducirían en una parte de mi imaginación, precisamente en la que estuviera pensando en el momento de agarrar el picaporte, que por cierto, que era una rana de felpa que cambiaba de color a modo de los anuncios luminosos de neón. “Bien” —me dije— “¿Y ahora qué?”. En ese momento las ranas se hicieron más pequeñas y dibujaron un símbolo en cada puerta. Me retiré, miré y leí: “Túmismo¿no?”. Claro, qué tonto, podía elegir. Así que pensé en los libros que más había disfrutado. Tardé un poco, pero como soy bastante cobarde, todos los libros me parecieron peligrosos, hasta que se erigió en mi mente El Caballero de la Triste Figura. “Claro”, pensé, salvo que me pillara la entrada en su mundo en una de las suyas, mucho peligro no había. Si no recuerdo mal, nadie mata a nadie en esa historia. Pero podría aparecer dentro de la jaula del león aquel. Deseché las tonterías y me dispuse a coger el picaporte de la primera puerta. Para qué iba a elegir otra si sabía donde iba. Pero justo cuando iba a asir el pomo de la puerta las ranas volvieron a revolotear con sus saltos y se pegaron en la puerta elegida, delante de mis ojos, y dibujaron una palabra, mientras otra rana, esta parlanchina, me contaba un cotilleo desde mi hombro: “Tu Reme sa casao con el Venan y tién tres chavalillos”. “¿Reme?” me pregunté en voz alta según asía y giraba la rana amarilla de felpa y la otra saltaba con sus amigas. Y claro, en vez de en La Mancha, aparecí en una cafetería de Madrid, pero de los tiempos de Maricastaña. Evidentemente la persona que tenía en frente, una bella y madura mujer, no podía ser otra que Reme, ya que las ranas, como me advirtiera Mendrugo, me la habían jugado.

—Hola, Reme. ¡Qué sorpresa! Cómo me alegro de conocerte en persona —dije, y no mentía a pesar del fiasco de no encontrarme cerca de El Toboso. A lo hecho, pecho.
—Buenos días, caballero.
—También me alegro mucho de que te haya ido tan bien. Te casaste con Venancio y tienes tres hijos, ¿no?
—Sí. Casto, Jesús y Lorenza, la chiquitita. ¿Cómo lo sabe?
—Mejor no te lo cuento.
—En realidad me es igual.
—¿Eres feliz?
—Sí, pero no entiendo que una linterese a usté.
—No, a mí no me interesa, bueno, también, pero, ya que estoy aquí —pensé con premura— me gustaría hacerte unas preguntas —y mentí porque no sabía qué decir—. No son por mí, ¿sabes?, son por quien ha seguido el relato todo este año. Supongo que al lector le gustará saber de vosotros después del final del mismo. Yo soy curioso, no cotilla. No me gustaría que pensaras lo contrario.
—Pues pa no ser cotilla se ha metío muchas veces donde no le importa, no cree. 
—Lo siento, no había otro remedio.
—Eso mismito decía la tía de Susana, la señora Julia, que si no era ella quien contaba todo lo que ocurría en el barrio no lo iba a hacer nadie. Pero, aparte de ser una interesada, lo cierto es que nadie le daba velo en los entierros que se colaba.
—¿Te cae mal?
—No, para nada. Además, nos acogió en su casa cuando murió doña Consuelo. Así que yo le estoy agradecida y la Gertru también.
—¿Tu madre vive? —pregunté con cierto miedo y precaución.
—¿Y dice usté que no es un cotilla…? Sí, sí que vive. Está ya muy viejecita y ha perdido todas las fuerzas que en su día tuvo. Pero, ahí está. Disfruta de sus nietos. Dice que anda esperando una visita de alguien. Creo que ya disparata un poco. ¿Quién va a venir a verla? —. Eso me dio qué pensar y me quedé en silencio.
—Usté es…
—Sí, el autor de Entre puntada y puntada.
—Entonces usté fue quien nos imaginó, ¿no?
—Sí, Reme, fui yo.
—¿Y por qué me imaginó coja, si pué saberse?
—Por la misma razón que te hice párvula.
—Eso no sé lo que es pero me da igual ¿Por qué me hizo eso?
—Perdona, he usado una palabra culta que no tienes porqué conocer. Párvula significa inocente, cándido y sin malicia alguna, incapaz de pensar en los demás como personas que nos quieren hacer daño, enemigos, ya sabes.
—Anda, ¿y quién iba a querer hacerme daño a mí? Está usté listo, si yo nunca me metío con nadie. Ni siquiera con ese don Agustín que no había quien lo aguantara. Mira quera pesao con que acabáramos todas las frases con la coletilla esa de “sí, don Agustín” —se burló Reme de aquel recuerdo al cambiar la voz e imitar al antiguo vecino de Españoleto.
—Veo que no has cambiado. Y me felicito por ello.
—Ya ve usté, la cojera que me colgó es pa to la vida. Y ahora paece que lo de paula también.
—Párvula —le recordé—. Pero no me refería a que siguieras con tu cojera, sino que no hayas cambiado o te hayan cambiado tu forma de ser. Tú siempre te has reído de esa cojera, al menos de jovencita.
—A ver qué liba hacer. Mejor reírse una que no que te den la lata los otros. Madre me contó lo que me pasó de pequeña. Yo no me acordaba, y eso que no era tan chica cuando se reían a mi cuesta.
—Sigues diciendo los dichos mal —me sonreí.
—Lo ve.
—No, yo no me estoy riendo de ti. Todo lo contrario, me agrada oírte, Reme. De verdá. 
—Ande, ande.
—Bueno, ¿y a qué te dedicas ahora?
—Estamos apañaos —se quejó—. Pero no le dicho que tengo tres bichos más el Venancio… No paro quieta un momento en casa.
—Ya me imagino, ¿y sigues cosiendo para la calle?
—Pues claro, pero trabajo en casa. Todavía me quedan las hijas de unas cuantas clientas fijas dentonces. Con ellas tengo bastante. Lo malo es cuando viene la primavera y llegan las comuniones y las bodas. Menos mal que mecha una mano la Gertru, si no…       
—Mira tú que bien. A ver, cuéntame un recuerdo alegre.
—Es usté un metijón, ¿sabe?
—No mujer, alguna pecatta minuta.
—Ya está usté con las palabrejas. ¿Y eso qué es?
—Perdona, en mi mundo eso lo entiende cualquiera aunque sea un latinismo. Me refiero a una cosa sin importancia.
—Aquí decimos una pampingrá o una zarandaja.
—Pues me gusta más pampingrada que pecatta minuta, mira tú por donde. Cuéntame una, por favor.
—Si lo pide usté así… Cuando nos tocaron las quinientas pesetas en la radio y le regalamos una a mi madre.
—¿Y una pampingrada triste?
—No hay pena sin importancia, por pequeña que sea.
—Bien, pues entonces dejemos eso. ¿Seguís siendo amigas las tres? Con Gertru veo que sí. ¿Y con Susana?
—También, pero casi no la veo. Eso sí, nos escribimos de vez en cuando y la Gertru, al menos una vez al año, la visita en el pueblo donde vive ahora.
—¿Vivís en Españoleto?
—No, cuando mi madre dejó la portería, nos tuvimos que ir. Aunque don Eulogio me ofreció a mí seguir con ella, pero ni Venancio ni madre quisieron que la cogiera. Ahora vivimos cerca, en el barrio, en Raimundo Lulio, entre la plaza Olavide y la de Chamberí.
—¿Tu madre vive contigo?
—Tié usté unas preguntas… ¿No le dicho también que está muy viejecita y que ha perdido casi todas las fuerzas? ¿Con quién iba a vivir? Pues con nosotros.
—Si tú supieras cómo hemos cambiado, Reme.
—Serán ustedes, porque yo me veo igual, bueno más mayor. Lo que pasa es que una ya es madre y ve las cosas de distinta manera. Na más. Si se refiere usté a eso, claro. Ah, y otra cosa, ya no meto tanto la pata con las palabras. Vaya manía que tenía usté de que dijera mal las palabras.
—Pero siempre supiste que los demás te entendían.
—Claro, yo sé que los míos mentienden. A los otros no les importa lo que dices, salvo que seas el que más manda. Como les pasa a mis hijos, que aunque no les importo, saben que en casa mandó yo, no ellos.
—¿Y Venancio?
—¿Venancio? Ese es un bendito. Es como ellos y un padrazo. ¿Se acuerda usté cómo se llevaba y se preocupaba de José? Pues peor. Yo creo que todavía no les ha dao un azote a ninguno. Y mira que a veces se ponen burros, sobre todo los dos mayores, los varones.
—¿Tus hijos van al colegio?
—Hombre, y que no mentere yo que no entran. Sí, todos van a la escuela. Bueno, no, Lorencita, la pequeña, todavía no. Sólo los dos mayores. No van a ser como su padre y su madre…
—¿Son tu mayor satisfacción?
—No lo sé, pero desde luego son lo que más mimporta en esta vida, se lo aseguro.
—Vivisteis tiempos difíciles, ¿verdá?
—¿Vivimos? Anda que ahora son fáciles, no tamuelas.
—Si, tienes razón. ¿Te sientes vencedora o vencida después de lo que pasó en el treinta y seis?
—Ni una cosa ni la otra. Lo que sí sé es que yo y mucha gente fuimos los que perdimos, y me da igual el bando. Ellos, los ricos, los marqueses y los generales, esos no pierden nunca. Hay más viudas que penurias, y las viudas van de negro, ni de azul, ni de rojo, ¿sabe usté?
—Don Mauro era rico —me atreví a criticar.
—Más de lo que usté cree, caballero.
—Me refiero sólo al dinero.
—Yo no. Y si ha contao usté bien las cosas como fueron, tampoco creerá nadie que don Mauro fuera uno desos ricachones que saprovechaban de los demás para hacer su agusto—sonreí, pero no le corregí el mes— sino todo lo contrario. Y no se ría, esto no es broma.
—No me reía, me sonreía, Reme. Pareces un poco molesta conmigo. Ya sé que soy inoportuno, yo tampoco pensaba venir, pero…
—Es que no sé a cuento de qué estamos hablando usté y yo aquí, en una cafetería.
—Eso ya te lo he dicho antes, mujer. En principio porque yo sentía curiosidad por saber como te había ido en la vida. Y porque creo que eres una gran persona, una mujer digna de admiración y de ser oída —. Esta vez me di cuenta de que no mentía en absoluto. Las ranas me la habían jugado, pero estaba feliz de estar allí.
—Usté está majareta —. Noté en su comentario que me escuchaba de otra manera después de lo que le había explicado. Acaso debería habérselo dicho desde un principio y no ser tan soltadizo.
—No, no estoy loco. Conozco, o mejor dicho, he conocido a mucha gente como tú. Personas tan humildes que nunca ven la importancia de lo mucho que hacen por los demás.
—¿Y ser humilde es bueno?
—No, creo que no es ni bueno ni malo. Aunque hay muchísima gente que lo considera una virtud. ¿Tú que piensas?
—Yo no pienso en esas cosas. Yo pienso en cómo dar de comer a mis hijos a diario, en que vayan a la escuela y limpios, que no les vean distintos, en que el Venancio lleve la camisa como es debido. En eso es en lo que pienso. Que yo sea humilde o no, no me va resolver ninguna labor que tengo por delante tos los días.
—¿Sigues leyendo?
—Menos que antes, no tengo tanto tiempo. Pero la Gertru  me presta los libros que le gustan. Ella tiene más tiempo que yo para leer. Juanín ya es mayor. Y como sabrá usté —noté cierto despecho en su retintín—, no pudo concebir más hijos. Quizás por culpa de usté.
—No me quiero disculpar por lo que he escrito. Lo escrito, escrito está. Y yo soy su autor, pero, déjame que te cuente una cosa. Cuando imaginaba vuestra historia me sentía más como ahora, como un periodista que contaba lo que ocurría en mi cabeza, no como el creador de la historia. Yo estructuraba las entregas o capítulos, pero vuestras vicisitudes eran ocasionadas por los otros personajes, por las circunstancias que cada uno vivía, por vuestra forma de ser. Incluso por vuestra voluntad, aunque alguien me pueda llamar loco.
—Pero todo es imaginación suya, ¿o no?
—Sí, pero no creas que yo dominaba mi imaginación. Me pasa lo mismo que a los majaretas, como tú dices, es mi imaginación la que me domina a mí.
—Sí, ya. Usté es como mi Jesús, que sesconde detrás de su hermano mayor cada vez que hace una travesura. Y como el otro es tan bobalicón como su padre, siempre se lleva las culpas de todo, y el otro se libra.
—¿Qué echas más de menos?
—Qué nada, quién sí. A mi madre. Está conmigo, sí, pero ahora somos nosotros la que le damos, bueno, mejor dicho, la devolvemos. No al revés, como ocurría cuando yo era joven. Y no es egoísmo, no mentienda mal.
—No, te entiendo bien y perfectamente, Reme.
—Eso sí, sigue tan cariñosa como antes, a su pesar y a su manera. Ya sabe, nunca lo dice pero siempre se le nota, siempre lo es. Sus nietos la adoran, sobre todo Lorencita. Siempre la buscan para ponerse contra mí. Casto lo hace, Jesús no lo necesita, sesconde detrás dél y la pequeña pues es pequeña. Quizás sea porque son troncallos. Él se llama así por ella y los dos lo saben, aunque lo disimulen muy bien. Se le ocurrió al Venancio bautizarle así, no a mí, no se crea. Casto es el ojito derecho de su abuela. Los demás no lo notan, pero el Venancio y yo sí, aunque, ya le digo, ella lo niega.
—Claro, ¿qué va a decir?
—Pues lo niega y dice que no tiene porqué, ya la conoce. Es en lo único que se mantiene como antes. Que no le toquen a sus nietos. Hay que verla cuando cuentan los críos cosas de la escuela. El carácter es el carácter. Y madre tenía un gran carácter. Y si no que se lo digan a don Agustín y doña Agustina —rió complacida Reme—. Esos eran unos estiraos. No merece la pena siquiera hablar de ellos. Menos mal que los perdimos de vista cuando madre tuvo que dejar la portería por la salú y la edá. Aunque hay gente todavía peor, no se crea. A esa gente tan arrogante con no tenerla en cuenta basta.
—Bueno, creo que sólo me queda una pregunta, Reme.
—Pues suéltela usté, que tengo muchas cosas cacer en casa, y tengo pendiente la compra entoavía.
—¿Tienes alguna ilusión? ¿Cómo ves el futuro?
—Eso son dos, que ya sé contar.
—Perdón, quería decir que con esto acababa.
—Ah, bueno. Entonces le contestaré. La ilusión que tenemos la protagonizan nuestros tres hijos, y el futuro… El futuro, con mirar a madre ya lo tengo claro. ¿Hemos acabao? — preguntó, como el que no quiere la cosa, sin dar la menor importancia a sus contestaciones.
—Sí —me quedé un segundo sin palabras—. Esto… Gracias por venir.
—No me las dé, yo no he venido, ha sido usté quien me ha traído.
—Que tengas mucha suerte, Reme, y que te vaya bonito.
—Gracias y adiós, caballero. Igual le deseo a usté.

Reme se levantó, se abrochó el barato abrigo, se arrolló la bufanda de lana al cuello y con su paso irregular salió de la cafetería. Yo me quedé un poco más y pedí otro café con poca leche. Según me calentaba con él sentí un cosquilleo en el pecho, junto al bolsillo de la camisa. Me toqué allí pensando que el móvil vibraba, pero no, el móvil no podía ser porque no le llevaba encima, pero noté que el bolsillo contenía algo, un papel. Entonces recordé que me había metido allí la carta de Mendrugo. La saqué del sobre, y la desplegué. Vi que el “recuadro al uso” que había dibujado Mendrugo no estaba vacío, alguien había escrito la palabra “RELATOS”, la cual, según miraba sorprendido cambiaba de tamaño, de forma y de color. “¿RELATOS?” me pregunté en voz alta, y me levanté del sofá de mi salón. Corrí a mi despachito y no paré de escribir hasta que puse el punto final de lo que me había ocurrido, es decir, éste gordo que escribo a continuación•   

domingo, 21 de febrero de 2016

Patch figurativo con Brigit Aubeso, primeros pasos

Que susto, no?

Estoy dando los primeros pasos en figurativo con Brigit Aubeso, para mi la mejor.

Os parecerá mentira que vaya despacio, pero no tengo ninguna prisa, quiero aprender la técnica y al lado de Brigit es mucho lo que se aprende.

Estuve ayer en la Tertulia del Patch y hoy también voy a estar todo el día.

Poco a poco...

Y sigo coso que te coso...

sábado, 20 de febrero de 2016

Mi maquinita snaps

Ya tengo mi nueva maquinita de snaps, es una gozada!!!

Hace un par de años me regalaron una, pero no había quien la manejara, es muy dura y mi fuerza no llega a tanto.

Pero esta si que si, es suave, y manejable.

Aunque tuvimos que ver un tutorial para usarla, os resumo: previamente hay que hacer la marca con un punzón, colocar la parte "modelo chincheta" en la parte negra de la máquina y el macho en la parte transparente.

Para poner la hembra, igual, "modelo chincheta" en la parte negra y la hembra en la transparente.

Ojo!! que hay que distinguir macho-hembra para que puedan encajar. No es difícil pero hay que fijarse.


Por supuesto, con un montón de snaps de todos los colores.

Como mi madre me ha pedido una funda para su móvil, aquí la tenéis con los snaps "a conjunto" en color rojo.


Os paso el enlace de donde la compré por si hay algún caprichoso que se le antoja.

Y sigo coso que te coso...

viernes, 19 de febrero de 2016

Quilt 365 (II) Empezado el 03/01/2016

Como lo prometido es deuda, aquí estoy con el "otro" Quilt 365.


"La que has liao poito"



Primero Beatriz incitándonos (espero que lo lleves al día), y antes que ella, la creadora de la idea Audrey de Quilty Folk.


No conforme con hacer el primero, con el fondo negro, después de ver las maravillas que están haciendo, me dije ¿por qué no haces otro con el fondo en claro?

También pensé que igual tardaba en recortar un círculo que dos, pero ahora resulta que el de fondo claro, de momento, solo estoy usando para los círculos colores sólidos, con lo cual no me valen todos. Uff, se me ha colado uno marmolado, creo que va a tener que emigrar.

Bueno, ahora que me ha dado por teñir telas (ejem, lo dejaremos para otra entrada), quizá también las use.

Hay 6 filas de 7= 42

El día que lo preparé para el fotógrafo estaba al día, pero ha hecho tanto viento que las fotos han tenido que esperar y ahora llevo unos de retraso, pero no os preocupéis que en un pis pas me pongo al día con los dos.

Ahora vamos a ver algún bloque en detalle.


El fondo mide 4" y el círculo 6,7 cm.


Estoy usando hilo de mouline en color beige en todos, aunque en la foto de arriba parezca azul.


De momento, cuatro telas de fondo: blanca, beige, azul y rosa


Como hay mucho año por delante, igual va habiendo cambios dependiendo de mi estado de ánimo.

Y sigo coso que te coso...